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Celta 13


Desde siempre la mandrágora estuvo asociada a la magia. Sus propiedades esotéricas son descritas minuciosamente en la Biblia y otros libros prohibidos. No obstante, y a pesar de sus apariciones regulares en el universo del ocultismo, la Mandrágora posee sus propias historias y anécdotas, muchas de las cuales solo han sido consignadas esporádicamente por herbolarios verborrágicos. Se dice que en el interior la Mandrágora, cuya apariencia externa simula la silueta humana, habitan espíritus femeninos antiquísimos. Algunos les atribuyen incluso la maternidad de los Hunos, pueblo duro y feroz de las estepas asiáticas. Otras versiones sostienen que los espíritus femeninos de la Mandrágora fueron alguna vez parte del harén itinerante del odioso Tamerlán. Además de satisfacerlo de las formas mas intrincadas y aberrantes, estas doncellas eran las encargadas de diseñar las pirámides y túmulos de cabezas humanas que el rey solía dejar a las puertas de las ciudades que saqueaba.

Ligeramente menos dramáticos, los pueblos escandinavos las adoraron simbólicamente en estatuillas amorfas, o en el mejor de los casos, bajo formas que sugerían vagamente un cuerpo femenino. Se cree que estos objetos sagrados eran depositarios de todo tipo de ofrendas y alimentos. En definitiva, no era sencillo mantener conformes a los espíritus de la mandrágora, normalmente de carácter imprevisible. Cuando no se las atendía regularmente estas estatuillas comenzaban a aullar de forma aterradora, presagiando toda suerte de desgracias. Otras leyendas identifica a las mandrágoras y sus espíritus con intrincadas virtudes proféticas. Sus raíces —recordemos— reproducen vivamente la forma humana, y en consecuencia gozan de un protagonismo indiscutible en la herborística esotérica; no sólo debido a sus propiedades mágicas sino a su origen divino.

Según el Talmud, la mandrágora nació al mismo tiempo que la raza humana y dentro del Paraíso. Paracelso suscribe estas ideas y recomienda infusiones de mandrágora para tratar diversas afecciones emocionales. Finalmente hay que decir que gran parte de las leyendas sobre la mandrágora tienen su origen en la proverbial dificultad para obtenerlas. No es posible arrancarlas sin riesgo de perder la vida, e incluso el alma.

En la Edad Media se creía que las más peligrosas y eficientes crecían en las proximidades de los patíbulos; estimuladas por la polución póstuma de los ahorcados.

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