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Poesía

La poesía gótica es un genero poético que ha ido aumentando en reconocimiento, exponentes y seguidores, quizás debido al auge que ha tenido tanto la música metal gótico como el cine relacionado con este ámbito, y sobretodo por el creciente e intimidante numero de personas depresivas, solitarias y retraídas que desandan por el mundo sintiéndose grises, sombras, cuerpos vacíos, almas abandonadas, que se cubren día tras día en fúnebres corazas para poder afrontar la realidad que nace cuando el sol se asoma y que solo encuentra cierto consuelo cuando la noche remonta el horizonte y se apodera de todo cuanto su largo brazo toca. En esta sección te ofrecemos poemas, escritos y frases góticas que estamos seguro tocaran tu ser desconsolado, haciéndote sentir en casa, en calma, comprendido e identificado, de algunos te mostramos el autor o autora, de otros simplemente son obras anónimas. De igual manera encontraras un poemas de corte céltico y gaélico que tocaran lo profundo de tu ser, elevaran tu imaginación y te harán recorrer desde los confines de tu mente reinos olvidados, tierras lejanas y pasadas tan antiguas como la vida misma. 


METAMORFOSIS


Si hoy he sido una paloma de plumas blancas
Pues ahora seré un murciélago con colmillos y garras
Que chupa tu sangre y te deja marchar
Para así encontrar una victima más
Y que con el rencor de cada uno de sus mordiscos
Deja la huella de toda su maldad infernal
Porque las palomas viven en la luz y en la santidad
Y creo que ese camino se me ha negado ya
Entonces seré criatura de la oscuridad y el mal
Para marchar del lado que le queda a mi vida
Llenándome cada vez mas de odio y de placer al dañar
Que las tinieblas en mis ojos se notaran
Y querrás quemarte en el fuego de mi mirada
Porque ese es el camino al que te he de guiar
Y susurraras que te ame en medio de las abrasadoras llamas
Y seré tan cruel que siempre estarás presente
Porque ese es el trato que mereces y que te ha de gustar
Y la carcajada de mi espíritu desconsolado
Nunca callara en lo profundo y negro de mi alma
Bañando tus besos con la sangre maldita de mi corazón
Entonces volare con mis alas terroríficas
Más allá de donde me puedas ver
Para que sientas todo el daño que te causo
Pero así sufriendo llegaras donde yo este
Porque será el camino que te lleva al infierno
A lo largo del abrazo de mis brazos guías del averno.

Autor: Daniel Santos

SOLO LA MUERTE

Hay cementerios solos, tumbas llenas de huesos sin sonido
El corazón pasando un túnel oscuro, oscuro, oscuro,
Como un naufrago hacia adentro nos morimos,
Como ahogarnos en el corazón, como irnos cayendo desde la piel al alma
Hay cadáveres, hay pies de pegajosa losa fría,
Hay la muerte en los huesos, como un sonido puro
Como un ladrido sin perro
Saliendo de ciertas campanas
De ciertas tumbas creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia

Yo veo, solo, a veces, ataúdes a vela zarpar con difuntos pálidos
Con mujeres de trenzas muertas,
Ataúdes subiendo el río vertical de los muertos
El río morado, hacia arriba,
Con las velas hinchadas por el sonido de la muerte
Hinchadas por el sonido silencioso de la muerte

A lo sonoro llega la muerte como un zapato sin pie
Como un traje sin hombre
Llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo
Llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta,
Sin embargo, sus pasos suenan y su vestido suena, callado, como un árbol
Yo nose, yo conozco poco, yo apenas veo
Pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas
De violetas acostumbradas a la tierra
Porque la cara de la muerte es verde,
Como la aguda humedad de una hoja de violeta
Y su grave color de invierno exasperado
Pero la muerte va también por el mundo vestida de escoba
Lame el suelo buscando difuntos
La muerte esta en la escoba
Es la lengua de la muerte buscando muertes
Es la aguja de la muerte buscando hilo

La muerte esta en los cráter: en los colchones lentos
En las frazadas negras vive tendida
Y de repente sopla, sopla un sonido oscuro que hincha sabanas
Y hay camas navegando a un puerto en donde esta esperando
Vestida del almirante

Autor: Anónimo
PENSAMIENTO GÓTICO

Señor de las noches que abrigas nuestras almas
¿En donde te escondes que no puedo mirarte?
Siento tu manto frío y oscuro pero no puedo verte
Huelo tu aroma a azufre fresco pero no puedo observarte
He intentado descifrar la luz de la Luna llena
Para tratar de ver aunque sea tus ojos ígneos
Pero simplemente me he quedado dormido
Hechizado por el canto de lechuzas pasajeras
¿De donde viene tu poder señor de las noches?
¿Acaso de la ultratumba o del infinito cielo?
Me da tristeza no poder entender absolutamente nada
Solamente estar hundido en esta profunda melancolía
Y no poder salir de la soledad que me invade
Mi alma se ha vuelto gótica, gris y ácida
Perfecta para vagar en la helades de los bosques
Caminando en medio de los árboles oscuros
Bajo la mirada de aves nocturnas y el brillo de la Luna
Soy un condenado solitario, un fantasma agonizante
La voz de la penumbra hecha carne sangrienta
El retumbar de los truenos, la oscuridad de la vida
La desolación de un alma cubierta de cenizas
Deseoso del beso de un cadáver pálido y frío
Ahora entiendo lo que soy, algo esta claro
Soy una parte de ti señor de las noches
Estas en mis ojos, en esta agonía enfermiza
He vuelto para verte pero igualmente no lo he logrado
Espero que una de estas noches logre mi cometido
Para así poder comprender como creaste algo tan especial
Como la gris vida en donde habita la noche.

Autor: Daniel Santos
EL POEMA NEGRO

Cuando moría, me enlazó en su brazo
cual un reptil de palpitante raso;
y con voz afiebrada y lastimera,
me dijo que cual última terneza,
y en recuerdo de toda su belleza,
me dejaba su blanca calavera...

Que robara a la hambrienta sepultura,
ese último jirón de su hermosura,
que una lívida amante me sería,
y en mis horas, alegres o de duelo,
su alma, descendiendo desde el cielo,
al través de sus cuencas me vería...

Pasa el tiempo... El ave silenciosa
del recuerdo voló sobre su fosa,
llamándome a cumplir aquel pedido,
que cual lúgubre flor de sus amores,
me dejó en los postreros estertores,
temerosa a los lutos del olvido.

Y era una noche. Oscuridad y viento;
la lluvia desgarrando el firmamento;
batida en sus ramajes la espesura;
los jardines tronchados y barridos;
y del mar, el estruendo y los rugidos,
resonando a lo lejos con pavura...

Ardiente el corazón, los miembros yertos,
escalé la muralla de los muertos;
y pensando en la súplica postrera
de esa lívida novia del Misterio,
me perdí en el profundo cementerio,
porque iba a robar su calavera.

Por las calles desiertas y medrosas,
buscando en los letreros de las fosas,
llegué hasta su sepulcro solitario.
El viento en los cipreses sollozaba,
y la lluvia, furiosa, me azotaba,
cual queriendo arrojarme del osario.

De una lámpara sorda, bajo el brillo,
su mármol quebranté con un martillo.
Cual fatídico abismo, negro y hondo,
de la tumba la puerta entenebrida
abierta contemplé... De entre su fondo,
brotó una bocanada corrompida!

Y en lo profundo de la negra caja,
entre blancos jirones de mortaja,
la miré desleída y pestilente:
sepultadas sus formas y sus manos,
entre olas hirvientes de gusanos
que tragaban su carne lentamente.

En sus sienes, mechones de cabellos,
sus ojos ¡ay! como ninguno bellos,
convertidos en cuencas pavorosas;
en su boca, que fue roja granada,
una muda y horrible carcajada,
y su pecho en piltrafas asquerosas...

De su belleza, que radió cual astro,
no había allí tan siquiera un rastro.
Era un informe y corrompido andrajo.
La miré contristado, mudo, inerte:
medité en los festines de la Muerte,
y me hundí en el sepulcro abierto a tajo.

Temblorosas, tendiéronse mis manos
al inmenso hervidero de gusanos.
Busqué de la garganta las junturas:
nervioso retorcí... Hubo traquidos
de huesos arrancados y partidos...
hasta que hollando vil las sepulturas.

Huí miedoso entre las sombras crueles,
creyendo que los muertos en tropeles,
levantaban su forma descarnada
corriendo a rescatar su calavera,
esa yerta y silente compañera
de la lóbrega noche de la Nada...

Eso pasó... fue ayer... Hoy, en mi mesa,
cual escombro final de su belleza,
helada, muda, lívida e inerte,
sobre mis libros en montón, reposa,
cual una gigantesca y blanca rosa,
que ostentase la risa de la Muerte.

Sus grandes cuencas, como dos cavernas,
me contemplan inmóviles y eternas.
Atónito, al mirarlas, me figuro
que su alma tal vez huya del Cielo,
para triste, silente y con anhelo,
mirarme allá, desde su fondo oscuro.

Entonces con amor llego hasta ella,
y cual si fuera, cuando viva y bella,
por sus huesos, mi mano se desliza:
siento de ansia el corazón opreso,
y en el instante en que le doy un beso,
me encuentro ¡ay! con su macabra risa.

Y allá, de la alta noche, cuando escribo,
ante su faz sintiéndome cautivo,
me parece que se abren sus quijadas,
y que en frases muy tiernas, temblorosas,
me pide que le diga blandas cosas,
como en noches amantes y borradas...

Y soñando, la veo transformarse
en la bella de entonces, y acercarse...
y sentirme yo suyo... y ella mía...
Más, al instante mi pupila advierte,
que no es sino la imagen de la Muerte,
que me contempla estática y sombría.

Ya llevan mucho tiempo estos amores...
Es ella quién conoce mis dolores,
los sueños todos de mi vida entera...
Ella me da la desnudez que viste,
y yo el cariño de mi alma triste,
teniéndola de novia hasta que muera.

Y cuando rompa de la Vida el lazo,
cual ella a mí, la enlazará mi brazo,
y antes que en mi redor todo sucumba,
le diré como frase postrimera:

—Acompáñame, pobre calavera,
acompáñame, amada, hasta la tumba!...

Autor: Claudio de Alas
A LA ROSA SOBRE LA CRUZ DEL TIEMPO
To the Rose Upon the Rood of Time

¡Rosa roja, orgullosa Rosa, triste Rosa de todos mis días!
Acércate, mientras canto las antiguas melodías;
con la amarga marea Cuchulain luchando;
el Druida, gris, de madera alimentado, ojos calmos,
quien a su alrededor lanza los sueños de Fergus, y ocultos quebrantos
y tu propia tristeza, donde quiera que comience, se hizo vieja
bailando con plateadas sandalias sobre el mar,
canta su elevada melodía.

Acércate, no te ciegues más por el destino del hombre,
yo encuentro bajo las ramas del amor y el odio,
en todas las pobres y tontas cosas que un día viven,
eterna belleza vagando en su errante vía.

Acércate, acércate, acércate. –¡Ah, déjame un momento
todavía para que la rosa ensanche su aliento!
por miedo de que nunca más escuche las simples cosas que anhelo;
el débil gusano escondido en su pequeña cueva,
el ratón de campo corriendo a mi lado en la hierba,
y las pesadas esperanzas mortales que se esfuerzan y pasan;
pero solitario busca el poder oir todo lo extraño dicho
por Dios a los brillantes corazones largo tiempo muerto,
y aprende a cantar una lengua que los hombres desconocen.
Acércate; yo cantaría, antes de que llegue mi tiempo,
a la anciana Eire y las antiguas melodías:
Rosa Roja, orgullosa Rosa, triste Rosa de todos mis días.

Autor: William Butler Yeats (1865-1939)
AL ESPÍRITU DE LA PRIMAVERA
To the Spring-Spirit

Y dije al llegar la primavera, 
No continúes oculto en los coloreados árboles, 
Dulcemente sacude tu cabeza 
Con la espuma de floreados mares. 

Y tú te alzaste de las profundidades de la hierba 
Que susurraba con el viento y lloraba, 
Diciendo que deberías dejar pasar los gélidos mares, 
Buscando tus pétalos que todavía dormían. 

Y yo olvidé la espuma inmóvil y la arena, 
Indolente con el brillo de las horas 
Entre los árboles mudos. Y, mano sobre mano, 
Extrañamente, entre las flores cantamos. 

Autor: Dylan Thomas (1914-1953) 
EL EPITAFIO DEL BARDO
A Bard's Epitaph

Existe un inocente inspirado,
Un pensamiento hambriento de gloria,
Un buscador incesante y orgulloso,
Deja que se acerque,
Y así como canta la hierba húmeda
Derrama tu lágrima.

Existe un bardo de rústicas melodías
Robando las multitudes con su sinfonía,
Que cada semana se reúnen para oírlo,
¡Oh, no pases de largo!
Con un fuerte sentimiento altivo
Exhala aquí tu suspiro.

Existe un hombre cuya sentencia clara
Enseña a otros a dirigir el curso,
Sin embargo, él corre una vida incansable,
Salvaje como las olas,
Pasa por aquí y vuelca tu lágrima
Sobre la terrosa tumba.

El pobre que habita debajo
Se apresuró a aprender de los sabios,
Cálido sintió de la amistad el rayo
Y su llama suave;
¡Irreflexivas locuras lo cubren ahora
Y manchan su nombre!

¡Escúchame lector! Si tu alma
Dispara los vuelos de la fantasía,
Larvas oscuras consumen esta tierra
Mientras descienden en el sepulcro:
Recuerda que la cautela y la prudencia
Son las raíces de la sabiduría.

Autor: Robert Burns (1759-1796)
EL HOMBRE QUE SOÑÓ CON EL PAÍS DE LAS HADAS
The Man Who Dreamed of Fairyland

Estuvo entre una multitud en Dromahair;
su corazón colgaba sobre un hábito de seda,
y al final había conocido alguna ternura,
antes de que fuera abrazado por la tierra;
pero cuando un hombre en un montón de peces apila,
parece que alzan sus pequeñas cabezas plateadas,
y cantan lo que la dorada mañana y la tarde derraman
sobre el mundo entretejido de una isla olvidada,
donde la gente ama a orillas del mar;
que el Tiempo las promesas del amante no podrá malograr,
bajo ese tejido cielo inmóvil de ramas;
el canto le sacó de su débil reposar.

Por las arenas de Lissadel ha meditado;
su mente corre por los miedos, dinero y cuidados,
y él, al final, había conocido algunos prudentes años,
antes de que se apilaran bajo la colina su tumba;
pero mientras recorría los sitios de rompiente espuma,
un gusano, con su gris y terrosa boca
canta que en algún lugar del norte, oeste o sur
habita una alegre, exultante, afable raza,
bajo los dorados o plateados cielos;
y si allí un huraño bailarín sus pies pusiera,
parecería que el sol y la luna en el frutal estuvieran:
y con aquel canto nunca más sería sabio.

Ante el gozo de Scanavin reflexionó,
reflexionó sobre sus mofadores; sin falta
fue un cuento campesino su repentina venganza,
cuando la noche pétrea se había bebido su cuerpo;
pero una nudosa hierba de la laguna
(con voz innecesariamente cruel) cantaba
donde el anciano silencio ordena regocijarce ante su elegida raza,
no importa que tempestuosas aguas suban y caigan
o que la plateada tormenta corroa su oro al día,
y la medianoche los arrope como en lana
y el amante con el amante descance en paz.
El cuento retiró su sutil enojo de su faz.

Durmió bajo la colina de Lugnagall;
y podría haber conocido el sueño real
bajo ese vaporoso y frío turbante empinado,
ahora que al hombre y todo, la tierra se ha llevado:
los gusanos que ensartan sus huesos no proclamaron
con ese incauto, agudo grito
que Dios en el cielo sus dedos ha puesto,
que por esos dedos corre el brillante verano
sobre el bailarín de la ignota ola.
¿Porqué deberían aquellos danzantes sin fracaso
soñar, hasta que Dios calcine la naturaleza con un beso?
El hombre no ha encontrado consuelo en la tumba.

Autor: W.B. Yeats (1865-1936)
EL LEPRECHAUN
The Leprechaun

Los días de verano son cálidos,
subterráneo se vuelve en invierno,
riéndose de la tormenta.
Pon tu oreja cerca de la colina.
¿No oyes el pequeño clamor,
el ajetreado rumor de un martillo élfico,
la voz del Leprachaun cantando
mientras alegremente ejerce su oficio?
Nueve y noventa cofres del tesoro
este ser ha escondido en las montañas,
en los bosques y túmulos,
en ruinas y torres, cuevas y rocas,
desde tiempos inmemoriales
por él son custodiados.
Cierto día lo descubrí trabajando, yo mismo,
en la vieja zanja del castillo,
donde crece la dedalera,
un Elfo barbudo y arrugado,
con gafas pegadas a la nariz puntiaguda,
hebillas plateadas en el cinturón,
y un delantal de cuero en el regazo.
Lo miré fijamente y él me miró;
—Su sirviente, señor. ¡Humph! —dijo él;
el pequeño y extraño Leprachaun
me ofreció un cofre con caprichosa gracia,
¡Puf! arrojó el polvo en mi cara
y, mientras yo estornudaba,
¡desapareció!

Autor: William Allingham (1824-1889)
EL MITO DE ARTURO
The myth of Arthur

¡Ah! hombre educado que nunca aprendiste a aprender,
Y que evitas deducir mediante diminutos y tímidos pasos,
Como el alto vapor que el fuego jamás podrá consumir
Y los grandes relatos de hombres que nunca fueron grandes.
¿Has pensado de qué clase de hombre se trata?
¿De quién dicen los hombres que "podría derribar gigantes"?
O qué hondos recuerdos en el abismo del tiempo
Aburren el boato de Camelot y de la corona.
Y por qué un estandarte tapiza todo el fondo,
Más allá de las cabalgatas, de innumerables lanzas,
Y en virtud de qué brujería, en las colinas occidentales,
Un trono ha permanecido vacío mil años.
Quién ejecuta, con tal desproporción, este inmenso laberinto,
La historia inmortal de un pecado mortal;
Menos fábula humana que hecho histórico
Que asesina mitos como polillas y se bate con un alfiler.
Consuélate; el resto no es difícil.
Jamás un mito serás, te lo prometo.

Autor: G.K. Chesterton (1874-1936)
LACHIN Y GAIR 
Lachin and Gair 

¡Sombras de los muertos! ¿No he oído vuestras voces 
Alzándose sobre el repentino aliento del viento nocturno? 
Sin dudas el alma del heroe se regocija 
Y en su propio valle sobre el viento cabalga; 
Alrededor de Loch na Garr mientras se reúne 
La implacable niebla el invierno en su frío carro reina: 
Las nubes, las formas de mis padres allí rodean, 
Ellos habitan en la tempestad del oscuro Loch na Garr. 

Los años han pasado, Loch na Garr, desde que te abandoné, 
Y los años pasarán hasta que vuelva a pisarte; 
La naturaleza de flores y verde te ha privado, 
Y aún así eres más amado que las planicies de Albión.* 
¡Inglaterra! tus encantos son pálidos y domésticos 
Para aquel que ha vagado más allá de las montañas; 
¡Oh, los acantilados salvajes y majestuosos! 
Las hondas y terribles glorias del oscuro Loch na Garr. 

Nota: *Albión es una manera poética -y gaélica- de decir Inglaterra.

Autor: Lord Byron (1788-1824)
LA MUERTE DE CUTHULLIN 
The Death of Cuthullin

¿Es el viento sobre el escudo de Fingal? 
¿O es la voz de los tiempos pasados en mi salón? 
Porque eres agradable, ¡canta dulce voz! 
Te llevas mi noche con dicha. 
Canta, oh Bragela, hija del zurdo Sorglan. 

Es la blanca ola de la roca, 
Y no las velas de Cuthullin, a menudo la niebla 
insinuando el barco de mi amado me engaña, 
Cuando como un espectro se levanta 
Y extiende sobre el viento sus grises faldas. 
¿Por qué retrasas tu llegada, hijo del generoso Semo? 
Cuatro veces ha vuelto el otoño con sus vientos, 
Levantando los mares de Torgoma, 
¡Desde entonces has estado en el trueno de las batallas 
Y lejos de la remota Bragela! 
¡Colinas de la isla de la niebla! 
¿Cuándo responderás a tus perros de caza? 
pese a que las nubes forjen tu oscuridad. 
¡La triste Bragela en vano te llama! 
Mientras la noche desciende girando. 
Se oscurece el rostro del océano. 
El gallo esconde su cabeza bajo el ala. 
La cierca duerme con el ciervo en el páramo. 
Se levantarán con la luz de la mañana, 
Y en el húmedo arroyo beberán, 
Pero mis lágrimas retornan siempre con el sol, 
Y mis suspiros con la noche vuelven. 
¿Cuándo volverás con tus armas. 
Tú, poderoso jefe de las guerras de Erin? 

¡Agradable es tu voz en el oído de Ossián, 
Hija del zurdo Sorglan! 
Pero retírate al salón ante el rayo de la encina. 
Escucha el murmullo del mar: 
Que gira en Duncai contra sus muros, 
Deja que el sueño caiga sobre tus azules ojos. 
¡Deja que el heroe se alce en tus sueños! 

Cuthullin está sentado ante el lago Lego, 
viendo el oscuro girar de las aguas. 
La noche rodea al heroe. 
Sus huestes se extienden por el brezo. 
¡Cien encinas arden en el centro! 
El festín humea a sus anchas. 

¡Dulce sea tu descanso en las cavernas, 
Jefe de las guerras de Irlanda! 
Bragela no esperará tu vuelta, 
Ni sobre la espuma del océano verá tu llegada. 
Sus pasos no están sobre la playa, 
Ni su oído atento a la voz de los remeros. 
Ella se sienta sola en el salón, 
Viendo las armas del que ya no existe. 
¡Tus ojos llenos de lágrimas, 
Hija del zurdo Sorglan, 
Bendita en la muerte sea tu alma, 
Oh, jefe de la umbrosa Tura! 

Autor: James Macpherson (1736-1796) 
LA MELODÍA DE LAS SIETE TORRES
The Tune of the Seven Towers

Nadie va hacia allí ahora:
Qué queda allí para ver?
de las filas de almenas desoladas
y el pesado techo de plomo gris?
"Por lo tanto", dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

Nadie camina allí ahora;
excepto bajo la pálida luz de la luna.
Los fantasmas se pasean en fila;
si uno pudiera verlos, sería una terrible visión.
Oye! dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

Pero nadie puede verlos ahora.
Aunque estén sentados a lo largo del foso,
con los pies sumergidos en el agua y en fila.
Sus largos cabellos flotando al viento.
"Por lo tanto", dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

Si alguien va hacia allí ahora,
debe ir hacia allí solo.
Sus puertas no se abrirán a ninguna fila
de lanzas relucientes ¿irás entonces solo?
Oye! dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

Sé mi amor, vé hacia allí ahora,
a traer mi cofia de allí.
Mi cofia y mi manto adornado de perlas
Oliver, vé hoy mismo!
"Por lo tanto", dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

No soy feliz ahora
no puedo decirte porqué
Si vas, los curas y yo en fila
rezaremos para que no mueras.
Oye! dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

Si vas por mí ahora,
besaré por fin tu boca,
(Ella dijo para sí)
(Las tumbas se yerguen grises en fila)
Oliver, abrázame fuerte!
Por lo tanto, dijo la Bella Yolanda de las Flores,
esta es la Melodía de las Siete Torres.

Autor: William Morris (1834-1896)

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Créditos: elespejogotico.blogspot.com

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