En 1820, el escritor norteamericano Washington Irving (1783-1859) popularizó la historia medieval del Jinete sin Cabeza en la novela: La leyenda de Sleepy Hollow (The Legend of Sleepy Hollow) —y luego llevada al cine por el director Tim Burton—, basándose en una criatura sobrenatural con mucha historia sobre los hombros; tal vez lo único, de hecho, que tiene sobre los hombros. La leyenda del Jinete sin Cabeza a la que hace referencia Washington Irving relata la historia de un artillero hessiano que fue decapitado durante la Batalla de White Plains, en 1776. Su cuerpo fue enterrado en el cementerio de Old Dutch Church de Sleepy Hollow, de cuya tumba emerge en cada Halloween para recuperar su cabeza perdida. Esta es la historia en su versión más moderna, pero la leyenda original del Jinete sin Cabeza se remonta a los viejos mitos celtas. En lo que actualmente comprende las tierras de Irlanda se creía en un ser espeluznante conocido como Gan Ceann, cuyo nombre significa literalmente «sin cabeza».
Este es el primer Jinete sin Cabeza del que se tenga conocimiento, quizás el mismo que luego participaría en el poema medieval anglosajón: Sir Gawain y el Caballero Verde (Sir Gawain and the Green Knight), que relata cómo un portentoso caballero invencible se dedica a cosechar las cabezas de sus contendientes hasta que Gawain, caballero del rey Arturo, lo derrota en un extraño combate singular. El heredero directo de Gan Ceann es el Dullahan, cuyo nombre significa «hombre oscuro». Si bien el Dullahan procede de la Edad Media, los últimos registros históricos sobre este verdadero Jinete sin Cabeza datan de fechas más recientes, por ejemplo, de la gran hambruna de 1845, momento en el que el Dullahan surgía a la medianoche para alimentarse con la sangre de los incautos que se cruzaban en su camino.
El Dullahan cabalga llevando su cabeza debajo del brazo, siempre bien predispuesta a recibir los bocados sanguinolentos que el resto de su cuerpo se encarga de conseguirle. En algunas variantes de la historia, incluso su caballo negro aparece perfectamente decapitado. Con el tiempo las historias sobre Dullahan se volvieron más y más espeluznantes. Comenzó a hablarse de que el Jinete sin Cabeza conducía un carro hecho con huesos humanos, tirado por seis corceles negros que echaban una espuma narcótica por la boca. En ocasiones la cabeza de estos caballos infernales carece por completo de piel. Ya sea conduciendo su carruaje diabólico o sobre una única montura igualmente enloquecedora, el Dullahan transita los caminos esparciendo toda clase de enfermedades y pestes.
Si alguien escucha sus cascos metálicos es señal inequívoca de la muerte ronda cerca, pero si el Jinete sin Cabeza es visto rondando por los caminos, éste dará media vuelta y se encargará de alimentarse con la sangre, no sólo del curioso, sino de toda su familia. Dullahan es una criatura reconocidamente avara, de modo que se puede negociar una tregua con él siempre que se lleve algo de valor encima. Unas monedas alcanzan para demorar su furia por unos días. Al parecer, el Dullahan poseía un pariente en las tierras de Escocia. Se lo conoce como Ewen, y fue un hombre decapitado durante la gran batalla de Glen Cainnir, en la Isla de Mull. Tanto él como su corcel negro carecen de cabeza, asunto que no les impide aullar como verdaderos endemoniados y cazar y matar a cualquiera que se aventure en sus dominios.
Incluso los hermanos Grimm recopilaron dos historias sobre el Jinete sin Cabeza, esta vez en la región de Alemania, a quien afirmaron haber visto con sus propios ojos. La primera de estas historia nos ubica en Dresden, donde una mujer se dirige al bosque a buscar leña. De repente, se oye un cuerno. La mujer gira y descubre detrás de ella a un hombre de estatura prodigiosa, vestido de impoluto gris, y llevando su propia cabeza debajo del brazo. La segunda narración nos lleva hasta Brunswick, donde un Jinete sin Cabeza —llamado el cazador salvaje— acecha en la espesura a la caza de viajeros extraviados.
La leyenda del Jinete sin Cabeza estuvo tan extendida a lo largo y ancho de Europa que incluso en los terrenos adyacentes al Castillo de Windsor se observa su presencia, aún hoy, siendo visto por algunas entalcadas reinas de Inglaterra y otros miembros de la nobleza.
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