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Nórdico 5


La batalla de Ragnarok, llamada a veces "El Ocaso de los Dioses", es el cataclismo final que ha de destruir al mundo y a los dioses. Vendrá el invierno llamado Fimbulvetr, con inmensas nevadas, hielos y vientos gélidos en todas las direcciones. Tres inviernos seguidos, sin ningún verano de por medio, el sol no será capaz de calentar, pero antes vendrán otros tres en los que el mundo se sumirá en grandes batallas y los hermanos se matarán entre si y no habrá respeto por el padre ni por el hijo, ni en las matanzas ni en el incesto. La vieja giganta Gulveig-Hoder pariera una manada de lobos, de los cuales uno de ellos empezará a perseguir a Sol y Luna (Mani): Managarm. Los lobos que persiguen al Sol y a la Luna los alcanzarán y los devorarán. Las estrellas se precipitarán del cielo. Temblará la tierra y las montañas se derrumbarán sobre Midgard.

Viendo que el crimen predominaría y que todo el bien sería desterrado de la Tierra, los dioses verán que las profecías se empezaban a cumplir y que la sombra de Ragnarök estará ahí. Sol y Luna, temerosos, conducirán sus carros, mirando hacia atrás, sabiendo que los lobos les estarán persiguiendo y que pronto les alcanzarán y les devorarán. Conocen sus destinos, pero aún así continuarán su recorrido y se enfrentaránn a su final. Y al desaparecer sus sonrisas, la Tierra se volverá triste y fría y el terrible invierno Fimbulvtr comenzará. Los vientos soplarán desde el Norte y la tierra se helará. Este severo invierno ya hemos dicho que se prolongará durante tres estaciones completas sin descanso, seguido por otros tres, igual de duros, durante los cuales toda la alegría abandonará la Tierra y los crímenes de los hombres aumentarán y todos los sentimientos de humanidad y compasión desaparecerán.

En los nichos de Ironwood, la giganta Angerboda, alimentaría a los lobos: Hati, Sköll y Managarm. Los alimentará con las médulas de los huesos de los asesinos y los adúlteros y tal será el predominio de estos crímenes que nunca se les acabará la comida. Diariamente irán ganando fuerzas para perseguir a Sol y a Luna y finalmente, lograrán alcanzarlos devorarles, inundando la tierra con sangre de sus fauces goteantes. Ante terrible conclusión, la tierra se estremecerá.

Las estrellas, asustadas, caerán desde el firmamento.

El lobo Fenris se soltará de sus cadenas. Las aguas inundarán la tierra, pues la serpiente de Midgard se revolverá con furor y saltará a la tierra, por lo que los mares serán azotados con enormes olas como nunca antes habían alterado las profundidades del mar, se arrastrará hasta la tierra y se incorporará a la terrible batalla. Una de las grandes olas, agitadas por los esfuerzos de Jormagundr, será la que ponga a flote a Naglfar. Zarpará el barco Nafglari, hecho con uñas de muertos (por eso se evita enterrar a un muerto sin cortarle las uñas para evitar darle fuerzas a éste barco para el Ragnarök), piloteado por el gigante Hrym y con una tripulación de cadáveres en putrefacción, zarpando desde el reino de su hija Hel.

Fenris abrirá su boca hasta tocar el cielo y la tierra, y saldrá fuego por ella. La serpiente escupirá veneno. Se rasgará el cielo y vendrán cabalgando los hijos de Muspellheim, precedidos por Sutur y su brillante espada. Cuando cabalguen sobre Bifrost se romperá. A la llanura de Vigrid también llegarán Loki, seguido por todas las criaturas del infierno, Hrym y todos los gigantes de hielo. De un espeso banco de niebla, hacia el Norte, otra embarcación partirá pilotada por Hrym, en la que todos serán gigantes de hielo, armados por completo e impacientes por entrar en batalla contra los Ases, a quienes siempre habían odiado con todas sus fuerzas. Al mismo tiempo, Hel, la diosa de la muerte, saldrá por una grieta en la tierra desde su reino de muertos, seguida de cerca por el sabueso de ésta, Garm. Con ella, el resto de los malhechores de su lúgubre reino y el dragón Nidhug, que sobrevolaría el campo de batalla, transportando cadáveres sobre sus alas.

Al mismo tiempo, el dragón Nidhug roerá la raíz del fresno Yggdrasil, que hará estremecer hasta a su rama más alta. El gallo rojo Fialar, posado en lo alto del Valhalla, cacareará en alto la alarma, que será inmediatamente repetida por Gullinkambi, el gallo en Midgard, y por la rojiza ave de Hel en Niflheim. Heimdall, observando la llegada de Ragnarök y oyendo el estridente chillido del gallo, se levantará y solpará tres veces su cuerno Gjallarhorn y despertará a todos los Dioses que se reunirán en asambleas. Odín cabalgará hasta el puente de Mimir y le pedirá el consejo. Entonces temblará Yggdrasil, el fresno del mundo, y no habrá nadie que no tenga miedo. La sangrienta y decisiva batalla final se librará en el Llano de Vigrid, como Vafthrundnir había presagiado mucho tiempo atrás, que se extendía delante del Valhalla. De Muspellheim, vendrían multitud de jinetes armados con espadas de fuego, partiendo súbitamente el cielo en dos, y cabalgando a través de la enorme brecha Surt con su espada flameante, seguido por sus hijos y, mientras atravesaban el puente Bifröst con la intención de arrasar Asgard, el glorioso puente se hundirá con un estruendo bajo las pisadas de sus caballos y comenzando todo a arder.

Tan pronto como desembarque, Loki dará la bienvenida a estos refuerzos con alegría y, colocándose en cabeza, marchará con ellos hacia la lucha. Los dioses sabrán muy bien que su fin estrá ya cerca y que su debilidad y falta de previsión les hará estar en gran desventaja, pues Odín sólo tenía un ojo, Tyr una mano y Freyr nada, excepto un cuerno de venado con el que defenderse, en vez de su invencible espada. Sin embargo, los Ases no mostrarán señales de desesperación, se pondrán sus más ricas vestimentas y cabalgarán alegremente hacia el campo de batalla decididos a poner un alto precio a sus vidas. Mientras reunan sus fuerzas, Odín descenderá una vez más hasta el manantial de Urd, donde bajo Yggdrasil derribado, se sentarán aún las Nornas con los rostros cubiertos y guardando un silencio obstinado, con su tela rasgada a sus pies.

El padre de los dioses susurrará de nuevo un comunicado misterioso a Mimir, tras el cual montará sobre Sleipnir para reunirse con el ejército que le esperaba. Los combatientes se encontraban ahora congregados en las vastas extensiones de Vigrid. A un lado, se alinearán los severos pero tranquilos rostros de los Ases, los Vanir y los Einherjar, mientras que en el otro se reunirán el abigarrado ejército de Surt, los sombríos gigantes de hielo, el pálido ejército de Hel y Loki y sus horribles seguidores, Garm, Fenris y Jormagundr, estos dos últimos, arrojando fuego y humo, y nubes de vapores tóxicos y mortales, que llenarán todo el cielo y la tierra con su venenoso aliento. A la cabeza de los dioses estará Odín, que será de entre los dioses la primera víctima al ser devorado por Fenris. A cada momento triunfante de la lucha, su tamaño colosal asumirá proporciones aún mayores, hasta que finalmente, sus fauces abiertas de par en par abarcarán todo el espacio entre el cielo y la tierra, y el repugnante monstruo se abalanzará furiosamente sobre el padre de los dioses engullendo su cuerpo entero dentro de su horrible estómago.

Su hijo Vidar correrá a vengarle y atravesará la mandíbula del lobo dándole muerte de una patada, arrancándole la cabeza y clavándole un puñal en el corazón. Frey luchará contra Sutur, mas morirá por no tener la espada que le dio Skirnir. Entonces soltarán al perro Garm, el más horrible de los monstruos, que está atado en Gripahell y luchará contra Tyr, ambos morirán. Thor dará el golpe de muerte a la serpiente Midgard y entonces retrocederá nueve pasos y morirá ahogado por el veneno de la ésta. Loki luchará con Heimdall y los dos morirán entonces Sutur arrojará fuego sobre los nueve mundos.

Después de la destrucción se creará un nuevo mundo. La tierra, depurada por el fuego y purificada por su inmersión en el mar, emergerá de nuevo y será iluminada por el Sol, cuyo carro estará conducido por un hijo de éste, nacido antes de que el lobo hubiera devorado a su madre. El nuevo Sol no tendrá imperfecciones como el primero y sus rayos ya no serán tan ardientes como para tener que situar un escudo entre él y la tierra. Estos rayos harán que la tierra renueve su manto verde y crezcan flores y frutas en abundancia.

Una tierra nueva, verde y hermosa con recursos inagotables. No habrá hambre, ni frío, ni mal. Asgard habrá desaparecido, pero allí regresarán los Ases que sobrevivan a Ragnarök. A la cabeza de los nuevos dioses estarán aquellos de los antiguos dioses que no cometieron falsedades, perjurios ni crímenes y que se salvaron por ello de la destrucción. Todos los dioses que representaban las fuerzas en desarrollo de la Naturaleza fueron asesinados en la batalla. El primer dios en resucitar será Balder, que junto a su hermano Hodur, con quien estaba reconciliado y con el que viviría en perfecta amistad y paz. Odín no volverá pero sí sus hijos Vali y Vidar y los hijos de sus hermanos Vile y Ve. Vali y Vidar eran las fuerzas de la Naturaleza, que regresarían a las tierras de Ida, donde se les unirán Modi y Magni, hijos de Thor y personificaciones de la fuerza y la energía, que rescatarán a Mjöllnir, y junto a ellos caminará Hoenir.

Fue así como, caminando un día sobre el largo césped de Idavold, encontrarán de nuevo los discos de oro con los que los Ases habían acostumbrado a jugar. Cuando el pequeño grupo de dioses se vuelva tristemente hacia el lugar donde se habían alzado una vez sus moradas señoriales, se darán cuenta de que Gimli, la morada celestial más elevada, con su techo de oro en lo alto, no había sido consumida. Allí descubrieran que se había convertido en el lugar de refugio de la nueva casta de dioses. Entre los sobrevivientes sólo habrá una mujer, Lif, y un hombre, Lifthrasir, que se refugiaron durante la batalla en el Bosque de Hodmimir (Bosque de Mimir), escapando y sobreviviendo de las aguas para refugiarse cuando Surt había puesto el mundo en llamas. Habían caído en un tranquilo sueño, inconscientes de la destrucción a su alrededor y habían permanecido allí, alimentados por el rocío de la mañana, hasta que fue seguro para ellos el volver a salir. En ese momento tomarán posesión de la tierra regenerada, que sus descendientes poblarán y sobre la cual tendrán un dominio completo. Emergrán entonces de las profundidades del bosque de Hodmimir. De ellos nacerá una nueva raza humana protegida por los nuevos y mejores dioses.

Créditos: mitologiaescandinava.idoneos.com

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