Huitzilopochtli, en la mitología y la religión azteca, dios de la guerra y del Sol. Según la tradición, condujo a los aztecas durante su larga migración desde Aztlán, su mítica tierra natal, hacia el valle de México. Su nombre, del azteca huitzilin, que significa colibrí, expresa la creencia azteca de que los guerreros muertos renacerán como colibríes. Su madre, la diosa de la tierra Coatlicue, lo concibió después de guardar en su pecho una bola de plumas de colibrí —es decir, el alma de un guerrero caído—, que dejó caer desde el cielo.
Como dios sol, Huitzilopochtli renacía cada mañana del vientre de Coatlicue. También se creía que requería sangre y corazones humanos para alimentarse. Las víctimas de los sacrificios que se le ofrecían incluían prisioneros de guerra y guerreros que hubieran muerto en batalla; después de su muerte y sacrificio, esos guerreros formaban parte del brillo del Sol hasta que, después de cuatro años, se encarnaban permanentemente en cuerpos de colibríes. Huitzilopochtli era el dios más poderoso, más temido y odiado por los enemigos de los aztecas.
Se representaba habitualmente a Huitzilopochtli como un colibrí o como un guerrero cubierto con una armadura de plumas de colibrí. El templo construido en su honor en Tenochtitlan (en el sitio de la actual ciudad de México) fue una obra arquitectónica muy destacada en la América precolombina.
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