Pocas instituciones religiosas de la Antigüedad han permanecido en la memoria colectiva europea como ha hecho la de los druidas; los hombres del roble. Eran sacerdotes, adivinos, jueces, astrónomos, maestros, médicos......atributos que los convertían en la minoría poseedora del poder y de la ciencia. Sus miembros eran reclutados entre la nobleza y de jóvenes ingresaban en "seminarios" donde se les instruía en ciencias aplicadas a la religión, la astronomía y la adivinación.
Todo el aprendizaje se basaba en la memoria y los estudios podían llegar hasta los veinte años. No formaban una casta hereditaria, sino que eran un clero elegido entre los más capaces, encabezado por un pontífice con una autoridad ilimitada. No pagaban impuestos y no iban a la guerra, actuaban como jueces, dirimían los litigios y sus fallos debían ser aceptados so pena de que al infractor se le prohibiese realizar sacrificios. Quien incurría en esta prohibición era rebajado al grado de impío y criminal. Los druidas también eran consultados en asuntos de guerra y diplomacia y se ocupaban de la instrucción de la nobleza. Regulaban las ceremonias y fiestas religiosas, estudiaban los movimientos del sol y de la luna y establecían el calendario de acuerdo a ello. Parte de su poder radicaba en su práctica de la magia, que podían usar para la adivinación, para la invocación de fenómenos metereológicos y para las curaciones. La medicina druídica se basaba también en la magia y su elemento fundamental era el muérdago; símbolo sagrado de la inmortalidad, que recolectaban en invierno el sexto día de la luna. Un sacerdote vestido de blanco cortaba la planta con una hoz de oro y la depositaba en un manto blanco, momento en que eran inmolados dos toros blancos. Creían que el muérdago tomado en la bebida daba fecundidad a los animales estériles y era un remedio contra todos los venenos.
Créditos: oscurosh.blogspot.com
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